JACOB

Jacob fue hijo de Isaac y Rebeca, y hermano gemelo menor de Esaú. Los padres de Jacob llevaban veinte años casados cuando les nacieron gemelos, sus únicos hijos, en 1858 a. E.C. Isaac tenía entonces sesenta años. Al igual que en el caso de Abrahán, las oraciones de Isaac para tener prole recibieron respuesta solo después de que su paciencia y su fe en las promesas de Dios  habían sido completamente probadas. (Gé 25:20, 21, 26; Ro 9:7-10.)

Recibió la primogenitura y la bendición. Un día en que Esaú volvía exhausto del campo percibió el aroma del sabroso guisado que su hermano había cocinado, se acercó y exclamó: “¡Aprisa, por favor, dame un bocado de lo rojo... lo rojo que está allí, porque estoy cansado!”. Jacob respondió: “¡Véndeme, ante todo, tu derecho de primogénito!”. “Esaú despreció la primogenitura”, por lo que efectuó la venta con toda celeridad, sellándola con un juramento solemne. (Gé 25:29-34; Heb 12:16.) Estas fueron razones suficientes para que Jehová dijera: “Amé a Jacob, pero odié a Esaú”. (Ro 9:13; Mal 1:2, 3.)

Jacob se traslada a Padán-aram

Mientras Jacob continuó su viaje y por fin se encontró con su prima Raquel en las inmediaciones de Harán. Labán —padre de Raquel y hermano de la madre de Jacob— le invitó a quedarse con ellos. Jacob se enamoró de Raquel y le ofreció a su padre trabajar siete años para él si se la entregaba como esposa. Los años transcurrieron “como unos cuantos días” debido al amor tan profundo que Jacob sentía por Raquel. Sin embargo, a Jacob le engañaron el día de la boda: le entregaron a Lea, la hermana mayor de Raquel. Labán le ofreció la siguiente explicación: “No se acostumbra [...] dar la menor antes de la primogénita”. Después de celebrar esta boda por una semana, Labán también le entregó a Jacob su hija Raquel como esposa con la condición de que trabajara otros siete años en pago por ella. Además, a Lea y a Raquel les dio dos siervas, Zilpá y Bilhá, respectivamente. (Gé 29:1-29; Os 12:12.)

De esta unión Jehová empezó aformar una nación numerosa. Lea le dio a luz a Jacob cuatro hijos seguidos: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Como Raquel veía que seguía estéril, le dio a Jacob su esclava Bilhá, con la que tuvo dos hijos: Dan y Neftalí. Luego Lea quedó estéril, de manera que le dio a Jacob su esclava Zilpá, y de ella recibió dos hijos: Gad y Aser. Lea volvió a dar a luz hijos; primero tuvo a Isacar, luego a Zabulón y después tuvo una hija llamada Dina. Por fin Raquel llegó a estar encinta y dio a luz a José. Por consiguiente, en un período relativamente corto de siete años, Jacob fue bendecido con muchos hijos. (Gé 29:30–30:24.)

ESAU

Primogénito de Isaac y Rebeca, hermano mellizo de Jacob y antepasado de los edomitas. Se le puso por nombre Esaú debido a su singular apariencia velluda al nacer, pero se le dio el nombre de Edom (que significa “Rojo”) por el guisado rojo de lentejas por el que vendió su primogenitura. (Gé 25:25, 26, 30.)

Aun antes de su nacimiento, acaecido en 1858 a. E.C., cuando Isaac tenía sesenta años de edad, los gemelos lucharon en el vientre de su madre. En respuesta a la pregunta de Rebeca con respecto al significado de este suceso, Jehová le reveló que de sus entrañas saldrían dos grupos nacionales y que el mayor serviría al menor. (Gé 25:22, 23.)

Acontecimientos posteriores. Durante la ausencia de veinte años de Jacob, Esaú se estableció en Seír, el campo de Edom. (Gé 32:3; Jos 24:4.) Sin embargo, parece ser que años más tarde se trasladó definitivamente a Seír, y se llevó a su familia y todas sus posesiones. (Gé 36:6-8.) Cuando Jacob regresó a Canaán, se inquietó mucho al saber por medio de los mensajeros que había enviado que Esaú iba a su encuentro con 400 hombres. Esaú fue con un grupo tan numeroso quizás para impresionar a su hermano con una fuerza superior, o para mostrar que era un jefe poderoso. Jacob oró a Jehová y envió por delante un magnífico regalo de más de 550 cabezas de ganado. Al ver a Esaú, Jacob con humildad “se adelantó a ellos y procedió a inclinarse a tierra siete veces hasta que llegó cerca de su hermano”. A continuación Esaú fue corriendo a su encuentro y le abrazó, cayendo sobre su cuello y besándolo. Ambos prorrumpieron en lágrimas. Al principio Esaú rehusó aceptar el ganado que Jacob le regalaba, diciendo: “Tengo muchísimo, hermano mío. Continúe tuyo lo que es tuyo”. No obstante, ante la insistencia de Jacob, por fin aceptó el regalo. Después se ofreció para acompañar a Jacob, pero este fue prudente y rehusó. Tampoco aceptó la proposición de Esaú de poner a algunos de sus hombres a su disposición, quizás como protección. Luego, Esaú y sus hombres partieron y regresaron a Seír. El registro bíblico dice que unos veintitrés años más tarde, cuando murió Isaac, Esaú y Jacob lo enterraron. (Gé 32:6, 7, 10-15; 33:1-3, 8, 9, 11-16; 35:29.)

JOB

Personaje que vivió en la tierra de Uz, ubicada en lo que hoy se conoce como Arabia. (Job 1:1.) Dios dijo de él: “No hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. (Job 1:8.) Esto indicaría que Job vivió en Uz más o menos durante el tiempo en que sus primos lejanos, las doce tribus de Israel, se hallaban en esclavitud en la tierra de Egipto. Job era un hombre de gran prestigio en la puerta de la ciudad, respetado por ancianos y príncipes. (Job 29:5-11.) Juzgaba con imparcialidad, hacía justicia en defensa de las viudas y era como un padre para el huérfano, el afligido y cualquiera que no tuviera quien le ayudara. (Job 29:12-17.) Se mantuvo limpio de inmoralidad, materialismo codicioso e idolatría, y era generoso con los pobres y necesitados. (Job 31:9-28.)

La integridad de Job. Satanás desafió la integridad de Job, pero Jehová, que confiaba en su integridad y era consciente de que podía restablecerlo y recompensarlo, permitió que Satanás lo probase hasta el límite, sin dejar que lo matase. Pese a que por diversos métodos, Satanás primero le quitó el ganado y los servidores y después sus hijos (Job 1:13-19), Job nunca acusó a Dios de desatino o maldad. Tampoco se apartó de Dios, aun cuando su propia esposa y otros le presionaron para que lo hiciese. (Job 1:20-22; 2:9, 10.) Habló la verdad respecto a Dios. (Job 42:8.) Aceptó la reprensión por conceder demasiada importancia a declararse justo a sí mismo y descuidar la vindicación de Jehová (Job 32:2), y reconoció sus pecados ante Dios. (Job 42:1-6.)

Jehová amó a Job. Al final de la prueba que Job afrontó tan fielmente, Dios lo utilizó como sacerdote en beneficio de los tres compañeros que habían contendido contra él y le volvió a poner en su condición anterior. De nuevo tuvo una buena familia (al parecer por medio de la misma esposa) y llegó a tener el doble de las riquezas que había poseído antes. Todos sus familiares y anteriores amigos volvieron para honrarle y le llevaron regalos. (Job 42:7-15.) Vivió para ver a sus hijos y nietos hasta cuatro generaciones. (Job 42:16.)