PARAÍSO
Hace referencia a un parque hermoso, o jardín semejante a un parque. La palabra griega pa·rá·dei·sos aparece tres veces en las Escrituras Griegas Cristianas. (Lu 23:43; 2Co 12:4; Rev 2:7.)  Algunos lexicógrafos opinan que la palabra hebrea par·dés (cuyo significado primario es parque) se deriva de la misma fuente. No obstante, dado que Salomón (siglo XI a. E.C.) usó par·dés en sus escritos y los escritos persas existentes solo se remontan hasta el siglo VI a. E.C., tal etimología del término hebreo es solo una conjetura. (Ec 2:5; Can 4:13.) El otro uso de par·dés se registra en Nehemías 2:8, donde se hace referencia a un parque de árboles perteneciente al rey persa Artajerjes Longimano, en el siglo V a. E.C. Sin embargo, los tres términos (heb. par·dés, persa pairidaeza y gr. pa·rá·dei·sos) transmiten la idea básica de un parque hermoso o un jardín parecido a parque. El primer parque de esas características fue el que el Creador del hombre, Jehová Dios, hizo en Edén. (Gé 2:8, 9, 15.) En hebreo se le llamó gan, “jardín”, aunque debió ser como un parque por su tamaño y naturaleza. La Versión de los Setenta griega utiliza apropiadamente la palabra pa·rá·dei·sos para referirse a ese jardín. [Jardín de Edén].) Por causa del pecado, Adán perdió su derecho a vivir para siempre en aquel paraíso, un derecho representado por el fruto de cierto árbol señalado por Dios que se hallaba en el centro del jardín. 

NOÉ Y SU FAMILIA

(heb. Nó·aj, probablemente: Descanso; Consolación).
Hijo de Lamec y décimo hombre en la línea desde Adán por medio de Set. Nació en el año 2970 a. E.C., ciento veintiséis años después de la muerte de Adán. Cuando Lamec dio a su hijo el nombre de Noé, dijo: “Este nos traerá consuelo aliviándonos de nuestro trabajo y del dolor de nuestras manos que resulta del suelo que Jehová ha maldecido”. (Gé 5:28-31.)
En los tiempo de Noé, la gente no creía que Dios fuera a destruir aquel mundo inicuo. De modo que fue debido a su fe fuerte por lo que Noé hizo “conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo precisamente así”. (Gé 6:22.) Por su fe inquebrantable en Jehová, el escritor cristiano de la carta a los Hebreos lo incluyó entre aquellos que formaban parte de la “tan grande nube de testigos”. Pablo dijo: “Por fe Noé, habiéndosele dado advertencia divina de cosas todavía no contempladas, mostró temor piadoso y construyó un arca para la salvación de su casa; y por esta fe condenó al mundo, y llegó a ser heredero de la justicia que es según fe”. (Heb 11:7; 12:1.)
Siete días antes de que las aguas del Diluvio empezasen a caer, Jehová le dio instrucciones a Noé para que introdujese a los animales en el arca. El séptimo día de esa semana, “entró Noé, y con él sus hijos (Sem, Cam, Jafet), y su esposa, y las esposas de sus hijos, en el arca antes de que empezaran las aguas del diluvio. [...] Después Jehová cerró tras él la puerta”. En ese mismo día “llegó el diluvio y los destruyó a todos”. (Gé 7:1-16; Lu 17:27.)
Después de pasar aproximadamente un año en el arca, Noé y su familia salieron a una tierra que había sido limpiada. El arca se había posado en las montañas de la cordillera del Ararat. Debido al aprecio que sentía por la bondad amorosa de Jehová, su misericordia y mano protectora, Noé construyó un altar y ofreció “algunas de todas las bestias limpias y de todas las criaturas voladoras limpias” como sacrificio a Jehová. Dios quedó complacido por esta acción y le reveló a Noé que la tierra nunca más volvería a estar maldita, que no volvería a asestar un golpe a todo de la manera como lo había hecho y que siempre habría “siembra y cosecha, y frío y calor, y verano e invierno, y día y noche”. (Gé 8:18-22.)
 

HALAZGOS ARCA DE NOÉ

 
MOISES Y LAS PLAGAS 
Las palabras hebreas que se traducen “plaga” o “azote” tienen el significado literal de “toque”, “castigo”, “golpe”, “derrota” y “muerte”. Jehová Dios envió golpes como castigo por haber murmurado con rebeldía (Nú 16:41-50), haber rehusado cumplir con su voluntad (Zac 14:12, 15, 18), haber dado un uso profano a algo sagrado.
Moisés y Aarón anunciaron cada una de las diez plagas. Las plagas se produjeron según se habían anunciado, lo que demostró que Moisés era el representante de Dios. El nombre de Jehová se declaró y divulgó por todo Egipto, ablandando a unos y endureciendo a otros con respecto a ese nombre: los israelitas y algunos egipcios se ablandaron, y Faraón, sus consejeros y partidarios se endurecieron. (Éx 9:16; 11:10; 12:29-39.) En vez de creer que habían ofendido a sus dioses, los egipcios sabían que era Jehová el que estaba juzgando a sus dioses. Para cuando ya se habían ejecutado nueve plagas, Moisés también se había hecho “muy grande en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón y a los ojos del pueblo”. (Éx 11:3.)
Asimismo, hubo un cambio notable en los hombres de Israel. Al principio habían aceptado las credenciales de Moisés, pero cuando se les impuso condiciones de trabajo más duras por orden de Faraón, se quejaron contra él hasta el punto de que Moisés, desalentado, pidió ayuda a Jehová. (Éx 4:29-31; 5:19-23.) El Altísimo lo fortaleció diciéndole que había llegado el momento de realizar lo que Abrahán, Isaac y Jacob habían esperado, a saber, revelar completamente el significado de su nombre Jehová libertando a Israel y estableciéndolo como una gran nación en la Tierra Prometida. (Éx 6:1-8.) Ni siquiera entonces escucharon a Moisés los hombres de Israel. Pero después de la novena plaga, estuvieron totalmente de su lado, y cooperaron de tal modo que después de la décima plaga pudo organizarlos y sacarlos de Egipto de una manera ordenada, “en orden de batalla”. (Éx 13:18.)
Se necesitó valor y fe para enfrentarse a Faraón. Moisés y Aarón estuvieron a la altura de las circunstancias gracias a la fuerza que recibieron del espíritu de Jehová. Solo hay que pensar en el esplendor de la corte de Faraón, el rey de la potencia mundial indiscutida de aquel tiempo. Tenían ante sí al altivo Faraón, de quien se decía que era un dios, con su séquito de consejeros, comandantes militares, guardas y esclavos, y también a los líderes religiosos, los sacerdotes magos, sus principales opositores.