Tercer periodo

DIOSES MITOLOGICOS

El origen de las deidades. La notable similitud que en seguida se observa cuando se comparan entre sí los dioses y diosas de pueblos antiguos difícilmente puede atribuirse a la casualidad. Concerniente a este hecho, J. Garnier escribe: “No solo los egipcios, caldeos, fenicios, griegos y romanos, sino también los hindúes, los budistas de China y del Tíbet, los godos, anglosajones, druidas, mexicanos y peruanos, los aborígenes de Australia y hasta los salvajes de las islas de Oceanía, todos deben haber derivado sus ideas religiosas de una fuente común y de un centro común. En todas partes hallamos las coincidencias más asombrosas en ritos, ceremonias, costumbres, tradiciones y en los nombres y relaciones de sus respectivas deidades”. (The Worship of the Dead, Londres, 1904, pág. 3.)

Las Escrituras señalan a la tierra de Sinar como el lugar donde se originaron los conceptos religiosos falsos después del Diluvio. Sin duda bajo la dirección de Nemrod, “un poderoso cazador en oposición a Jehová”, empezó la construcción de la ciudad de Babel y su torre, probablemente un zigurat que se utilizaría en la adoración falsa. Este proyecto de edificación no se emprendió para la honra de Jehová Dios, sino para la autoglorificación de los edificadores, que deseaban hacerse para sí mismos un “nombre célebre”. Además, aquella obra era completamente contraria al propósito de Dios de que la humanidad se esparciese por la Tierra. El Todopoderoso frustró los planes de estos edificadores confundiendo su lenguaje. Al no poder entenderse unos a otros, poco a poco dejaron de edificar la ciudad y se dispersaron. (Gé 10:8-10; 11:2-9.) Sin embargo, parece ser que Nemrod se quedó en Babel y extendió su dominio, y así fundó el primer Imperio babilonio. (Gé 10:11, 12.)

Deidades egipcias. Los dioses y las diosas adorados por los egipcios dan prueba de una herencia babilonia subyacente. Había tríadas de deidades e incluso tríadas triples o “enéadas”. Una de las tríadas populares la componían Osiris, su consorte Isis y su hijo Horus. Osiris era el más popular de los dioses egipcios, y se le consideraba el hijo del dios-tierra Geb y la diosa-cielo Nut. Se decía que Osiris había llegado a ser el esposo de Isis y había reinado sobre Egipto. Los relatos mitológicos cuentan que a Osiris lo asesinó su hermano Set, pero que luego fue resucitado y llegó a ser el juez y rey de los muertos. La relación entre Osiris e Isis y sus respectivas características tienen un enorme parecido con la relación y las características de los dioses babilonios Tamuz e Istar, por lo que para numerosos eruditos eran idénticos.

Deidades griegas. Un examen de los dioses y las diosas de la antigua Grecia revela los vestigios de la influencia babilonia. El profesor George Rawlinson, de la universidad de Oxford, hizo la siguiente observación: “La notable semejanza entre el sistema caldeo y el de la mitología clásica parece digna de atención especial, pues es demasiado amplia y demasiado afín en algunos respectos como para suponer que es fruto de la mera casualidad o de la coincidencia. En los panteones de Grecia y Roma, y en el de Caldea, puede reconocerse la misma agrupación general; no es raro descubrir la misma sucesión genealógica; y en algunos casos hasta los nombres y los títulos conocidos de las divinidades clásicas admiten la ilustración y explicación más curiosa procedente de fuentes de información caldeas.

En los relatos mitológicos que muestran al dios Apolo matando a la serpiente Pitón, y al infante Heracles (o Hércules, el hijo de Zeus y Alcmena, una mujer) estrangulando a dos serpientes, se puede observar una distorsión de la declaración de Dios concerniente a la descendencia prometida. Nos enfrentamos de nuevo al tema común de un dios que muere y luego es resucitado.

APOCALIPSIS

La ciencia y los medios informativos pintan el futuro del hombre igualmente tenebroso. Por lo tanto, ¿por qué ha de extrañarnos que muchas personas relacionen el apocalipsis con la extinción de la humanidad por medio de una hecatombe mundial?

Según advirtió en su discurso inaugural el Secretario General de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar: “Hoy, el apocalipsis ha dejado de ser una mera referencia bíblica para convertirse en una posibilidad muy real. Nunca antes en el acontecer humano se nos había colocado tan al límite, entre la catástrofe y la supervivencia”. ¿A qué se refería él? A una confrontación nuclear que podría surgir, de intensificarse la actual carrera armamentista. Con el fin de reforzar su advertencia a las Naciones Unidas, él dijo además que “unos 500.000 científicos de todo el mundo dedican sus conocimientos al estudio de armas más sofisticadas y mortíferas”.

También hay otras personas que están al tanto de la situación actual. Hans Jonas, profesor emérito de filosofía, en la Nueva Escuela para la Investigación Social, dijo que su temor principal es la “amenaza apocalíptica que emana de la inercia misma que conlleva la dinámica de una civilización tecnológica”. Él relaciona al apocalipsis con el ‘empobrecimiento, la contaminación, el abandono del planeta, así como la amenaza de una destrucción repentina por el empleo de la bomba nuclear’.

De manera similar, el historiador Golo Mann declaró: “No podemos tener otra guerra mundial. Guerra no es la palabra correcta. Deberíamos prohibir la frase ‘III Guerra Mundial’ y, en vez de esto, decir el apocalipsis u holocausto global”. (Die Zeit, de Hamburgo, 30 de agosto de 1985.)

Lo que realmente es

En una carta a los tesalonicenses se hace una descripción del apocalipsis. En ella, el apóstol Pablo dice: “Esto toma en cuenta que es justo por parte de Dios pagar con tribulación a los que causan tribulación [...] pero, a ustedes que sufren la tribulación, con alivio juntamente con nosotros al tiempo de la revelación [o apocalipsis] del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. Estos mismos sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna”. (2 Tesalonicenses 1:6-10.)

Es cierto que respecto al apocalipsis hemos visto que la Biblia emplea términos como “tribulación”, “venganza” y “castigo”. Sin embargo, también habla de “alivio” para las personas inocentes que han sufrido tribulación. La Palabra de Dios nos promete que “solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será”. (Salmo 37:10.) Por consiguiente, el apocalipsis liberará a la humanidad de todas las influencias perniciosas. Supondrá un cambio hacia mejores condiciones para personas de buen corazón y no un acontecimiento del cual habrá que temer.

VIDA DE DANIEL

Sobresaliente profeta de Jehová que pertenecía a la tribu de Judá, y escritor del libro que lleva su nombre. Se sabe muy poco de su juventud, si bien se dice que se le llevó a Babilonia, probablemente cuando era un príncipe adolescente, junto con otros miembros de la realeza y de la nobleza. (Da 1:3-6.) Esto ocurrió en el tercer año (como rey tributario a Babilonia) del reinado de Jehoiaquim, año que dio comienzo en la primavera del 618 a. E.C. (Da 1:1.) Después de la ignominiosa muerte de Jehoiaquim, su hijo Joaquín gobernó durante unos meses antes de rendirse. A principios del año 617 a. E.C. Nabucodonosor se llevó al cautiverio a Joaquín y otros “hombres de nota”, así como al joven Daniel. (2Re 24:15.)

Bajo el dominio babilonio. Aunque muchos de los exiliados vivían cerca del río Kebar, fuera de la ciudad de Babilonia, se escogió a Daniel y sus tres compañeros para un aprendizaje especial de la escritura y lengua caldeas durante tres años, a fin de equiparlos para funciones de gobierno. Como era costumbre, les pusieron nombres babilonios: a Daniel le llamaron Beltsasar conforme al nombre del dios de Nabucodonosor. (Da 1:7; 4:8) Como Daniel no quería contaminarse con los alimentos que le habían preparado —entre los que podía haber algunos prohibidos por la ley mosaica o tal vez profanados con rituales paganos—, pidió que su dieta y la de sus compañeros se limitara a verduras y agua. Jehová Dios les dio “conocimiento y perspicacia en toda escritura y sabiduría; y Daniel mismo tenía entendimiento en toda suerte de visiones y sueños”. (Da 1:17.) Cuando el rey los examinó una vez concluidos los tres años, los halló “diez veces mejores que todos los sacerdotes practicantes de magia y los sortílegos que había en toda su región real”. (Da 1:20.)

Daniel continuó al servicio de la corte real hasta la caída de Babilonia. Daniel 1:19 dice que sus tres compañeros también “continuaron estando de pie delante del rey” de Babilonia, pero no se especifica si todavía vivían cuando cayó el imperio y permanecían en el cargo como Daniel, que después estuvo en la corte persa hasta, por lo menos, el tercer año de Ciro. (Da 10:1.)